Vamos sembrando, por las variables del tiempo y el espacio
como por aire atmosférico, como lentamente.
Las veredas son angostas, y las paredes
sosteniendo balcones oxidados que quizás afuera,
sean de colores, que quizás adentro, no hay color aun.
Desde la esquina se observa,
como se ensancha el horizonte con sus pasos...
y en los nuestros vamos plasmando lo mejor, o lo mejor que se cree
en cada huella : repletas de valles que bajan y suben
y un mar azul y transparente en las endijas,
que no se mezcla al pisar, y refleja las pisadas...
Resuenan como si nos pertenecieran,
simplemente, a nosotros mismos. Y a nadie mas...
Como si el sonido del mundo se hubiese apagado
y solo se escuchasen sus latidos vacíos
y sus imagenes en cámara lenta,
como si hubiéremos bajado de él...
para contemplarlo un ratito.
Como si viviéramos cosechando el instante
por temor a no reencontrarnos con él, nunca más...
Como desesperando por la sequía
como persistiendo en un lugar innecesario
pero sin otro disponible.
El caminar se hace lento y espeso
las horas pasan en él como lagunas...
no se sabe si va o viene pero sigue una corriente.
A veces pedimos franco y salimos a volar...
a creer que el suelo es una cosa mas,
y no lo que nos mantiene parados.
A pensar que nada vale tanto la pena
que se puede mirar todo desde arriba
de la misma manera...
y cada vez mas arriba.. los detalles son ínfimos y solo se aprecia lo general.
Es que de aquí comprobamos el lugar en donde existe
todo lo que buscamos, y, lo que se desgasta...
al ras del suelo cuando ya no caminamos
y la altura se nos hace siempre, un poco mas pequeña,
siempre, esperando que se espere menos
y esperando menos de lo que se esperaba.
Como disminuyendo el pedido...
como achicando la entrega...
Vamos tan lento que las pasiones se nos escapan,
o nunca nos llegan...
No hay demasiados rostros que aceleren nuestro ritmo cardiaco
y en el mercado, también, todo se ve mas o menos igual...
En casa siempre somos los mismos y no hay nada que cambie de lugar,
mas que el desorden ciclotímico que se funde en las costumbres cotidianas.
Ella también se va poniendo vieja pese a su corta edad,
su pelaje color manteca, cede espacio a honguitos grises
como remitiéndome a muchas cosas;
como si mis sentimientos fuesen traduciendose en su conducta obediente
y su paciencia elegante, en su mirada penetrante, en sus cuerdas afinadas,
en sus pasos desconfiados,
y en los honguitos de su pelaje...
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